...como esa idea mía, ¡sí esa! Esa que al principio nació de mí, pero que tenía tu mismo color de pelo... los dos sabíamos que nada tenía que ver con la genética o con un nacimiento sin llanto. Más bien estuvo relacionado con el hecho, con el espanto, con esa manía mía por el desorden, por llevar calcetines que se quieren (aunque uno sea rojo y el otro se vista de lunares), por mi odio indiscriminado hacia el hombre de Vitruvio -él nunca entendió mis bromas-, mi costumbre de dejarme el café a medias, de no tirar los botes vacíos... Esa idea creció y se hizo grande, dejó de ser tuya o mía, para hacerse así misma. Ella al igual que tú nunca soportó dormirse con el latido del reloj, nunca comprendió mi miedo a dormir sola, mi batalla con las sábanas, mi guerra contra los pies fríos. Le faltó tiempo, puede que segundos, para encajar mi capricho de soñar en fosas comunes.
La idea dejó de estar de nuestro lado, se independizó.
-¿Aún sueñas?
- ...
lunes, 6 de octubre de 2008
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1 comentario:
Ayer me quedé dormida de la manera más cómoda, poco a poco, sin darme cuenta, sin sentir el cambio entre estar dormida o despierta, cómo siendo una parte más de la cama, algo tan obvio como la almohada. Me quedé así mientras me acomodaba para ver lo que él hacía, le di la vuelta a la cama: puse mi cabeza a los pies de la cama y mis pies en el cabecero de la cama. No sé a qué hora, ni cuánto tiempo llevaba dormida pero cuando me despertó para que le hiciera un hueco, la cama era así. Él le había dado la vuelta a todo para no darme la vuelta a mí. Y entonces yo me desperté y el se durmió. Lo desperté un poco. Nos dormimos.
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