Torcemos la esquina, saco las llaves, paso, se enciende la luz, subo las escaleras de dos en dos, me sigue, intenta alcanzarme, llegamos al 3º, suspiramos, hace calor. Abro la puerta con la llave torcida, el gato en la alfombra. Entramos en el cuarto, todo azul, todo al suelo. Enciendo el ventilador y un cigarro. Echo la cortina, más azul, ahora. Suena un directo. Canturreo un estribillo, me despisto y ya todo está dormido. Se atenúa la luz, respira fuerte. Me convierto en el Calypso de un Cousteau inasible. -De madrugada llegaremos a la superficie -dice-. Después me nada.
miércoles, 20 de agosto de 2008
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