Tengo la tonta manía de echar ciertas cosas de menos, de imprescindibilizar, y creer que extraño de verdad. De sentir que me hace falta, a lo mejor sólo a veces, pero en ese momento me e
s indispensable. Se me hace una locura tener que aguantarme con el recuerdo o tener que empeñarme en olvidarlo, para no echarlo de menos. Desde entonces establecí un criterio para que ganaran consistencia las cosas que añorar, consistía en perpetuar las de gran peso y despreciar la fugacidad. Pero este fundamento se deshizo en uno de esos momentos más surrealista y minimalista que a veces se quieren olvidar pero que brotan en mi cabeza con cualquier palabra implícita de su contexto. Y ahora no sé que criterio seguir o en qué basarme para distinguir en lo que debería quedarme porque me ha sido imposible creer que la levedad se encuentre sólo en lo efímero y que la fugacidad me capacite para no acordarme.
Imagen: Tácito

